lunes, 4 de julio de 2011

Vértigo



Cada cierto tiempo ese taconeo se oye más fuerte, la inevitable canción acompasada aumenta la intensidad a medida que los sentimientos ganan en este juego solitario, que hace tiempo perdí. Las palabras ya se fueron a bailar hace rato, para que decir los actos, en especial esos descontrolados y no premeditados.
Hace tiempo que su mente le decía que ya no más, que algo estaba pasando en su interlocutor, que cuando gemía ya no cerraba los ojos, sino que los clavaba con más fuerza en las pupilas del otro. No necesita tener nombre, no necesita encontrar su físico en un espejo, porque solo recurre a la identificación sombría del recuerdo y sabe, sabe que es él, que eres tú, oídos sordos, caminar respetuoso y manos lisonjeras. Entre la lluvia de mis ojos se escapa rebelde al exterior, proyectando escenas embriagadas en la madera, esa formas oscuras y claras ofreciendo imágenes cada cual más puntiaguda que la anterior. Ya no es un sueño, ya no son recuerdos, claramente me acerco a las formas de esas curvas gustosas y las agarro como un montón de semillas en un cajón y las rocío en mi propio cuerpo en formas de deseos fragmentados.
Mi vida va rasguñando más y más en otros territorios fértiles, quizás más fuerte que a ti, pero las palabras aflojan de esas mismas manos impertinentes con la rapidez de un río furioso...
Si fuera solo tu olor, debo aceptar que lo he olvidado y solo en sueños deliro en esa sinestesia que en la mañana se vuelve rabieta. La conciencia se ha quedado en otro cajón y ahora me entrego de cuerpo entero a la locura.

Mi torbellina cabeza bailaora que sigue su punto fijo para girar, cada vez más rápido, cada vez con rumbo más vertiginoso ya no da más de confusión y pierdo de a poco el centro donde debe llegar mi dardo, para enredarme más en terrazas donde no debo estar, entre complicaciones y telarañas.