jueves, 21 de abril de 2011

Castañuelas


El tintineo mágico de esas manos al aire, con movimiento enérgicos acompasados, un taconeo que llega al centro de la tierra, con la técnica de quien conoce su alma y la interpreta, me provoca una sensación de presión en el pecho y de garganta retorcida. Son mis propios deseos de baile lo que causa esa explosión de sensaciones, son las ganas de elevar mis propias manos hacia el cielo y moverlas como caracolas, a la vez que me planto firme en la tierra y la golpeo con el dolor de todo el pueblo Caló.
Pensar que pude haber realizado este sueño si no hubiera dado paso a la frustración.
Hubiera hecho tantas cosas si tan solo hubiera puesto la mente en blanco y si hubiera sido capaz de revertir esas emociones que siempre tengo a flor de piel, a punto de estallar...si tan solo hubiera sabido lo que significaba la paciencia. Ahora me arrepiento tanto de no haber aprovechado las oportunidades que tuve en ese tiempo, cuando me invitaron a retomar la danza. ¿Porqué me habré frutrado tanto? Me acostumbré tanto a ser el centro de mesa, a bailar sola, a ser tomada como ejemplo y ¿en qué terminé?: en nada. Al final nutrir el ego de esa forma, alimentarlo y cuidarlo como a un niño no sirvió de nada, porque nunca me enseñaron lo que era la frustración y aprenderlo sola y a porrazos es mucho más difícil y aún más cuando ya se esta avanzada en edad. Asi fue, asi aprendí que no iba a ser la más importante en todo, lo aprendí con la danza, en el liceo, en la U ahora y en la vida en general.


Ahora que vuelvo a taconear y a elevar las manos al viento, a sentir el ritmo en las palmas claras, aprovecho cada tropiezo para volver a levantarme, aunque ya no sea ejemplo para nadie, ni el centro de atención, sigo bailando y sonrio a un público que no existe, o quizás son miles de yo mirando y juzgando, criticándome como siempre lo hago, solo para obtener cada vez mejores resultados, para crecer. Por eso al llegar a la casa pongo la música fuerte, oigo las castañuelas y las guitarras y bailo mirando a la oscuridad de este espacio, gozando de la música, del moviemiento, de la vibra que implica expresarse de esta forma, sacar a flote un corazón con destino claro: ¡ser feliz!

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