El tintineo mágico de esas manos al aire, con movimiento enérgicos acompasados, un taconeo que llega al centro de la tierra, con la técnica de quien conoce su alma y la interpreta, me provoca una sensación de presión en el pecho y de garganta retorcida. Son mis propios deseos de baile lo que causa esa explosión de sensaciones, son las ganas de elevar mis propias manos hacia el cielo y moverlas como caracolas, a la vez que me planto firme en la tierra y la golpeo con el dolor de todo el pueblo Caló.
Pensar que pude haber realizado este sueño si no hubiera dado paso a la frustración.
Hubiera hecho tantas cosas si tan solo hubiera puesto la mente en blanco y si hubiera sido capaz de revertir esas emociones que siempre tengo a flor de piel, a punto de estallar...si tan solo hubiera sabido lo que significaba la paciencia. Ahora me arrepiento tanto de no haber aprovechado las oportunidades que tuve en ese tiempo, cuando me invitaron a retomar la danza. ¿Porqué me habré frutrado tanto? Me acostumbré tanto a ser el centro de mesa, a bailar sola, a ser tomada como ejemplo y ¿en qué terminé?: en nada. Al final nutrir el ego de esa forma, alimentarlo y cuidarlo como a un niño no sirvió de nada, porque nunca me enseñaron lo que era la frustración y aprenderlo sola y a porrazos es mucho más difícil y aún más cuando ya se esta avanzada en edad. Asi fue, asi aprendí que no iba a ser la más importante en todo, lo aprendí con la danza, en el liceo, en la U ahora y en la vida en general.
Ahora que vuelvo a taconear y a elevar las manos al viento, a sentir el ritmo en las palmas claras, aprovecho cada tropiezo para volver a levantarme, aunque ya no sea ejemplo para nadie, ni el centro de atención, sigo bailando y sonrio a un público que no existe, o quizás son miles de yo mirando y juzgando, criticándome como siempre lo hago, solo para obtener cada vez mejores resultados, para crecer. Por eso al llegar a la casa pongo la música fuerte, oigo las castañuelas y las guitarras y bailo mirando a la oscuridad de este espacio, gozando de la música, del moviemiento, de la vibra que implica expresarse de esta forma, sacar a flote un corazón con destino claro: ¡ser feliz!
Pensar que pude haber realizado este sueño si no hubiera dado paso a la frustración.
Hubiera hecho tantas cosas si tan solo hubiera puesto la mente en blanco y si hubiera sido capaz de revertir esas emociones que siempre tengo a flor de piel, a punto de estallar...si tan solo hubiera sabido lo que significaba la paciencia. Ahora me arrepiento tanto de no haber aprovechado las oportunidades que tuve en ese tiempo, cuando me invitaron a retomar la danza. ¿Porqué me habré frutrado tanto? Me acostumbré tanto a ser el centro de mesa, a bailar sola, a ser tomada como ejemplo y ¿en qué terminé?: en nada. Al final nutrir el ego de esa forma, alimentarlo y cuidarlo como a un niño no sirvió de nada, porque nunca me enseñaron lo que era la frustración y aprenderlo sola y a porrazos es mucho más difícil y aún más cuando ya se esta avanzada en edad. Asi fue, asi aprendí que no iba a ser la más importante en todo, lo aprendí con la danza, en el liceo, en la U ahora y en la vida en general.
Ahora que vuelvo a taconear y a elevar las manos al viento, a sentir el ritmo en las palmas claras, aprovecho cada tropiezo para volver a levantarme, aunque ya no sea ejemplo para nadie, ni el centro de atención, sigo bailando y sonrio a un público que no existe, o quizás son miles de yo mirando y juzgando, criticándome como siempre lo hago, solo para obtener cada vez mejores resultados, para crecer. Por eso al llegar a la casa pongo la música fuerte, oigo las castañuelas y las guitarras y bailo mirando a la oscuridad de este espacio, gozando de la música, del moviemiento, de la vibra que implica expresarse de esta forma, sacar a flote un corazón con destino claro: ¡ser feliz!
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