sábado, 14 de mayo de 2011

El lenguaje de la lluvia


Estoy impaciente, ya quiero que llueva para poder recordarte sin el remordimiento de ser algo fortuito en mi día, ya casi como una reacción innata frente a cualquier estímulo, aunque no tenga relación con el pasado. Cuando llueva podré argumentar que rememoro, que simplemente recuerdo épocas donde no tenía frío, donde no existía el hambre o cualquier necesidad biológica hasta que no me parara de esos bancos mojados y dejaras pendiente en el aire una promesa, una explicación para creer que debía caer de frente a la cruel realidad, volver al encuentro de esos ojos enfocados en mi negativamente, esas manos en las caderas y prosodia alterada por la ira. Cuando las piernas dejaban de ser de goma eva y las manos como colibrí revolotendo en una flor hermosa y empezaba a recordar que el tiempo no estuvo detenido, a pensar en las obligaciones, en los deberes, en la presencia de aquel león furioso esperándome, ahí recién, con suerte, volvía a encontrar mi estómago, a reconocer las cuencas de mis ojos, las piernas tensas...como agradezco haber tenido la posibilidad de vivir, en breves momentos, un enfoque de la vista en el cielo, en el follaje de los árboles, en el viento colorido, fui tan afortunada al saborear la dulzura vainilla junto al almendrado de tus ojos, de oler un poema de invierno...no todos habrán tenido la suerte de volar entre las nubes como lo hicimos. Cuando vuelva a llover me despojaré de los miedos al recordarte, no me sentiré tentada a olvidarte, aunque sea evadir lo que verdaderamente siento...el lenguaje de la lluvia me traerá a ti sin siquiera planearlo...

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