martes, 10 de mayo de 2011

A flor de piel


He encontrado tesoros guardados entre las murallas, sin buscar hallé esa mano que se quedó a medio lanzar, como estática en un cuadro de arte contemporáneo, como en esa música de otro mundo que hace pensar que debemos mirar con respeto a las emociones, el mensaje es "no se rindan ante ellas"...debemos ser como esa mano cobarde. Todos predican lo mismo, todos piden serenidad, calma frente a la tormenta, estado neutro frente a las pasiones...pero yo no quiero eso. Sin la sinestesia que cuenta esa danza no podría notar la voz quebrada en llanto de un tiro a lo valiente, no podría respirar en cada poro la fragancia de ese azul que sale de las notas, ¿dónde quedaría el estremecimiento repentino de mi pecho cuando siento aquella fragancia jugando en mi pecho?...cuando el palpitar se vuelve labios y las piernas una corriente traviesa, es ahí donde la vida se transforma en más que un cálculo matemático, en mucho más que una condición congénita o un ADN mutado...es ahí donde aprehendo, porque es ahí donde las enseñanzas se transforman en hallazgos fortuitos, en un escape a ese círculo vicioso que emana la rutina, de la cual todos alegan a diario haciéndose más rutinarios, pero que yo ignoro no tanto porque cada día me nutra de ese palpitar que se vuelve labios, de esas piernas como corriente marina, sino más bien por mi estado volátil y la fugacidad de mi memoria, que en este caso me juegan a favor, transformándome en una feliz ignorante de este detalle llamado "rutina". Al contrario de lo que todos me aconsejan, quiero nutrirme cada día de la piel, de las lágrimas, de un pecho henchido de pasión, de un abrazo. Esta vez me niego, esta vez me escucho. Quizás esta desición, si es que puede ser llamada así, me traiga consecuencias negativas, caidas que me dejen muy herida y problemas en la interacción con otros, pero pretendo llevar las emociones a tal punto donde no dependan de nadie, donde sea solo yo el patrón y la medida necesaria, por lo menos para guiar mi corazón, para motivar mis acciones. Supongo que si no paso a llevar a nadie, no existirá problemas frente a que me encierre en una cristalizada bóveda donde se me había olvidado como entrar y que últimamente, gracias a la introspección y a la soledad he vuelto a encontrar la entrada, o quizás he vuelto a crear una entrada, quien sabe...el hecho es que, junto con esta reflexión ha nacido una nueva esperanza, una fe que, a veces, al ver el mundo como esta, se vuelve nostalgia y melancolía, pero sé que puedo transformarla en deseos de superación y en inclinación a la crítica constructiva.

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